trabajador_ordenador

Digitalización como impulsor del cambio

Lo digital está al alcance de todos y posee una velocidad exponencial pero requiere de un propósito transformacional y de personas con capacidad de adaptación o influenciadores del cambio que no todas las empresas son capaces de identificar.

Gonzalo Conde, Head of Innovation and New Ventures
05/11/2020
trabajador_ordenador

A día de hoy, se habla mucho de la necesidad de digitalización. El término podría hacer referencia a la necesidad de una industria, organización y hasta de un individuo de modernizar o actualizar sus procesos, e implementar técnicas y herramientas que generen eficiencia, en su dinámica de generar y agregar valor al entorno relacional.

Cuando oímos la palabra digitalización, inmediatamente pensamos en implementar metodologías ágiles, digitalizar documentos que antes eran físicos, adquirir un CRM, desarrollar softwares, modernizar nuestro sitio web, entre otras soluciones que, aunque seguramente permitirían mejorar el actual modelo de negocio y propuesta de valor. Pero no hay que perder de vista que, en la mayoría de los casos, estos modelos que han sido exitosos y hoy se mantienen, han sido diseñados décadas atrás sobre otras bases fundacionales y contextos.

 

Si queremos sumergirnos en un proceso de transformación profundo, el objetivo final y aspiracional de la digitalización es la disrupción. Para hablar de disrupción, debemos tener de horizonte no solo mejorar y sostener los actuales modelos, sino pensar en cómo serán en 20 años (10, para las personas más ansiosas y realistas) y en cómo los llevaremos a cabo.

 

Es aquí donde nos encontramos con el concepto de organizaciones exponenciales de Salim Ismail. Cuando atribuimos el término exponencial a las organizaciones, nos referimos a la velocidad que estas alcanzan para generar cambios disruptivos y a los atributos que estas adquieren. Ismail nos inspira a pensar que estos cambios se inician necesariamente con un propósito transformacional, que engloba a toda la organización y que será el fundamento para transitar hacia el objetivo deseado: el “Por qué”, de Simon Sinek.

 

La propia digitalización refiere a una característica de las nuevas tecnologías que las hace poseedoras de un alcance territorial superior, en tiempos extremadamente escasos, lo que permite automatizar y dar agilidad a procesos, entre otras ventajas. Un claro ejemplo es la información, que, alojada en una fuente como Google, permite el acceso de manera inmediata, remota y prácticamente sin límites.

 

Pero adentrarse a en cualquier transformación de este tipo genera cambios lentos al principio, que luego se duplicaran alcanzando cotas exponenciales. Sin ser el único motivo de este comienzo pausado, los expertos y eruditos son, en algunos casos, los detractores de la innovación y la gran resistencia a la transformación: “¿Por qué cambiar lo que ha funcionado e incluso hoy funciona?”. Cabe aclarar que estamos lejos de buscar una confrontación con los ya consagrados, vitales para el entendimiento de la materia, el acompañamiento del proceso y el sponsoreo de la transición. Consejo útil: es de gran ayuda detectar al inicio del camino a los agentes influenciadores que impulsarán el cambio.

 

Sin ir más lejos, los avances digitales son los que extinguen antiguas tecnologías analógicas creando nuevas soluciones integradas, como por ejemplo las cámaras fotográficas, la comunicación y el acceso a la información, que hoy están centralizadas en un mismo aparato. Esto conlleva indefectiblemente a disminuir los costos de desarrollo, quitando de la ecuación el valor de aquellas que van dejando de existir y reduciendo todo lo posible el de las que prevalecen. 

 

Esta competitividad resultante de los bajos costos y el aumento de los alcances, partiendo de soluciones más completas, más rápidas y simplemente mejores que las anteriores, democratizan el acceso. Lo digital, está al alcance de todos y ya no es solo propiedad de gobiernos o grandes estructuras. Lo digital posee una velocidad exponencial.

 

Por esto último, debemos enfatizar que este camino es posible si la vinculación con el entorno es permanente y fluida. La disrupción rara vez proviene de agentes internos o de la misma competencia, sino todo lo contrario. Aquellos que no tienen demasiado expertise en la materia y poco que perder, son quienes provocan cambios revolucionarios.

 

Por experiencia propia podemos afirmar que las startups, son quienes están poniendo en jaque a los líderes y a las industrias, por lo que es necesario tener una estructura abierta al ecosistema para trabajar en conjunto. Su agilidad, pasión por la generación de valor y alta resiliencia, unidas con los recursos, conocimientos y experiencia de las compañías ya asentadas permitirán obtener grandes cambios, mientras disminuye el riesgo de estas últimas de perder presencia y quedar obsoletas. Ahora toca reflexionar. Como refiere Peter Diamandis, en lugar de pensar qué va a cambiar, debemos preguntarnos qué no lo hará. Esa es la cuestión.