Luego de los niveles de crecimiento que presentó este sector en 2022 —después de la pandemia, incluso con índices superiores a los registrados antes de ella— actualmente atraviesa tiempos difíciles a razón de una fuerte desaceleración que se ha mantenido constante a lo largo de los últimos meses.
Frente a su situación son muchas las voces que se han pronunciado: la de los industriales alertando sobre la caída en sus venta y producción en general y sobre el grueso de la carga impositiva de la reforma tributaria “para la equidad y la justicia social” sobre sus negocios y sobre algunos sectores específicos como la industria extractiva —que, aseguran, tendrán efectos importantes en la continuidad de la inversión nacional y extranjera en este sector—, además de las cargas de la reforma laboral que, afirman, también impactarán su sostenimiento y crecimiento.
Otra es la del Gobierno que hoy concentra su política en algunos puntos específicos, como generar producción interna frente a los requerimientos actuales de importación de materias primas y activos, en una línea de producción de cannabis, en la idea de realizar cambios en los aranceles para insumos y en una reforma agraria, pero que no parece tener otros programas claros para levantar y estimular la producción industrial. Revisar su estado hoy es clave para estimar cuáles han sido las dinámicas de su comportamiento a lo largo del año y cuál puede ser el panorama de cara al 2023.
En contraste, el 2023 ha sido un año de números en rojo y de reportes poco alentadores durante los últimos meses. Es así que, pese a la reducción de la inflación en un punto porcentual anual, a la recuperación en las cifras de empleo (0.5 %) y a la reducción en la tasa de cambio en el primer semestre del año, la producción industrial reportó una caída de 2,6 por ciento y una variación de las ventas reales de -3,2 por ciento en ese período.
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